Una historia de encuentros
Vaquería del Este es, antes que nada, el encuentro de productores que comparten una misma forma de entender, y querer, su trabajo y su entorno.
Si se tuviera que establecer un mojón inicial, podría mencionarse un viaje compartido a Australia y Nueva Zelanda, en la década del 90, en el que comprendieron, en conjunto, que era preciso agruparse para competir en un mundo que cambiaba rápidamente, y en el que la carne indiferenciada, la productividad y la cantidad ya no serían suficientes para atender la demanda de grandes consumidores recelosos de problemas sanitarios.
En las conversaciones que siguieron a ese y otros viajes de capacitación, vieron con claridad que el camino pasaba por replicar, en sus predios, las innovaciones que iban descubriendo, con el fin de sumar a sus productos la capacidad de demostrar calidad. Esto afianzó la decisión de unirse y derivó en una temprana, para la región, apuesta por criterios como la trazabilidad, que luego se volverían indispensables en el mundo entero.
A partir de esta nueva visión de su negocio, concluyeron que, para consolidar una mayor proyección y un desarrollo más estable, era preciso construir una relación de sintonía con sus socios clave, los frigoríficos, pues esto equivaldría a producir en concordancia permanente con las necesidades del consumidor final. Ya no se trataba de quedarse de su lado de la cadena de producción, en el origen, sino de robustecerlo yendo varios pasos adelante para emparejarlo con los paladares de los compradores finales, no sólo del país, sino pensando en un mercado global.
Es así que, con el asesoramiento permanente de técnicos expertos, Vaquería del Este cobró vida como grupo independiente, con un logo y marca propia, afinando contratos con los frigoríficos, llegando a acuerdos anuales, e iniciando un proceso de homogeneización en el manejo del ganado y los registros, que derivaron en un manual de calidad que pauta, desde entonces, una nueva manera de valorar su negocio de un lado y del otro de la cadena.